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lunes, 3 de septiembre de 2012

Capítulo 4 - Más planes


    Tres toques en la puerta del dormitorio sobresaltaron a Emma cuando devolvía a su escondite su pequeño diario. Se levantó despacio y contestó un "pase" algo dudoso. No tenía ánimos de charlar ni mucho menos de jugar, por si era alguno de sus hermanos. La figura de doña Amalia la desconcertó. No solía acudir a darle las buenas noches.
    -Emma, mi niña, ¿estás muy cansada?
    -No madre, no se preocupe. Para usted siempre tengo fuerzas. Dígame, ¿qué desea?
    -Verás, hija... tenemos que hablar de un asunto de vital importancia. Ahora la casa está tranquila y no nos interrumpirá nadie. Tu hermana mayor va a contraer nupcias muy pronto, como ya sabes -Emma no sabía muy bien a que venía esa introducción, pero no se atrevió a intervenir-. Y por ley de vida... la siguiente deberías ser tú, mi pequeña -En ese instante Emma notó cómo su saliva pasaba con dificultad por su garganta-. Aún es pronto para los preparativos, pues no tienes ni siquiera pretendientes que hayan mostrado su interés en ti, pero eso no tardará, y justamente de eso es de lo que quiero hablar contigo. Eres una joven aspirante de buena familia y cuando tu hermana esté felizmente casada tú serás el centro de atención de los futuros herederos con disposición a contraer matrimonio. Debes estar preparada para cuando llegue ese momento. Y en esa labor yo seré quien te guíe.

    La muchacha no pudo pronunciar sonido alguno. Se quedó ahí, mirando a su madre sin pestañear. Intentado poner en orden todo lo que la estaba intentando comunicar, sin llegar a lograrlo del todo. ¿Qué pretendían de ella? ¿Buscarle un marido adecuado y casarla enseguida? Ella sabía perfectamente que ese sería su destino, pero nunca imaginó que sería tan de inmediato.

    -Por supuesto -continuó diciendo la madre-, no elegiremos por tí. Pero sí debes darte a conocer y para ello ya tenemos planes. La próxima semana partiremos a la capital para asistir a un gran baile que se ofrecerá a finales de mes en el palacio de los duques de Osuna. Será una ocasión inmejorable para presentarte algunas personalidades y sería estupendo que entablaras relación con alguien influyente... No voy a decirte que tengo pensado un par de nombres, pero prefiero que no adelantemos acontecimientos. Ahora deberías descansar y mañana prepararemos el viaje.
    -Madre... -añadió Emma reteniendo a doña Amalia antes de que se levantara del todo-, una pregunta: ¿quiénes vamos a Madrid?
    -¡Ah! ¿sólo es eso? Veamos..., tu padre, tu hermana Blanca que estará acompañada de su prometido y por supuesto yo. ¿Tienes alguna duda más? Pues ya es hora de que las muchachitas obedientes se metan en la cama. Dulces sueños, pequeña -deseó su madre con un beso en la frente mientras la arropaba.
    -Dulces sueños, madre. Que descanse.
    Era evidente que aquella noche alguien en la casa Valdivia no podría tener un sueño tranquilo. Emma estuvo dando vueltas a una estúpida idea que se le había metido en la cabeza desde que su madre terminara de hablar, y es que la estuvo hablando de su futuro matrimonio pero la trataba como a una niña la cual no tenía ninguna opinión ni se la tenía en cuenta. Aunque ambas circunstancias resultarían muy similares, pues a ninguna de las dos se la iba a escuchar.

    Por otro lado, iban a pasar algunas semanas en la gran ciudad. Y eso era lo que más ansiaba. Además, no tenía porqué escoger ya un futuro marido si ni siquiera tenía pretendientes, como había destacado su madre. Así que intentaría disfrutar lo más posible su estancia en la capital y no se preocuparía por más, de momento. Al fin iba a poder asistir a un gran baile como algunas de sus compañeras de la escuela. Incluso, quién sabe, si podría asistir alguna de sus amigas. Aunque la escuela estaba situada muy cerca de la capital, nunca tuvieron una salida o excursión para visitar la gran urbe o algunos de sus importantes museos. Como mucho hacían alguna pequeña escapada a una pequeña población que estaba muy cerca y que contaba con algunas razas de animales muy curiosas y una vegetación maravillosa, sobre todo en otoño. Con estos pensamientos Emma se quedó más serena y pudo conciliar el sueño, quedándose dormida como una niña, que ironía ¿no?


                                                   * * *

    Doña Amalia bajó con sigilo las escaleras principales para que la madera no crujiera demasiado. Al ver la luz del quinqué encendida en el saloncito azul, se acercó.
    -¿Ya se lo has comunicado, querida?
    -Sí.
    -¿Y cómo se lo ha tomado? No la he oído protestar.
    -No ha dicho gran cosa. Creo que no ha asimilado la idea. Aún es muy niña. Pero ya es hora que vaya rompiendo el cascarón. No podemos permitir que desperdicie ni un minuto si queremos conseguir un buen partido para ella y que otras familias se nos adelanten.
    -Has debido esperar a decírselo por la mañana.
    -No. Ahora la tenía desprevenida, lo pensará con calma y ya mañana tendrá la idea más madura. Además, mañana comenzaremos con los preparativos del viaje y ...
    -No me hago a la idea de que pronto se nos case también.
    -¿Cómo que no? Yo lo llevo pensando desde que nació. Si no conseguimos un buen marido como el de Blanca...¡No lo quiero ni pensar, esposo mío!
    -Pero si es muy niña..., mi dulce niña... Además, tenemos el patrimonio asegurado, Amalia. No hay porqué preocuparse en el futuro.
    -¿Pero qué cosas dices? ¿Crees que todo se trata de patrimonio? ¿Y qué ocurre con la posición? ¿Y la reputación? Debemos cuidar también esos aspectos. De los bienes ya se encargará Juan Nicolás cuando le llegue la hora, que será dentro de muchos años, si Dios quiere.
    Es curioso como los padres se preocupan del bienestar de su prole y de los sacrificios que tienen que asumir para llegar a su fin.
 
    <<Es agotador ser buena madre -pensó la señora Fonseca sentada en la butaca azul real y mirando su sombra proyectada en la tarima-, pues madre lo es cualquiera. Pero con Blanca y Emma no tengo problemas. Son dos jóvenes sensatas y obedientes, con cierto atractivo. Mayor en el caso de Blanca, pero Emma tiene también sus buenas cualidades. Yo no gocé de la suerte que han corrido ellas de tener una buena educación, con bonitos vestidos y todo lo que se las antoja. Además, mi matrimonio fue concertado al nacer yo. Afortunadamente para mí tuve asegurada una posición desde muy temprana edad y me ha dado cuatro hijos maravillosos -seguía inmersa en sus pensamientos, esta vez girando la mirada a su compañero de viaje que estaba igualmente de pensativo, casi recostado en su butaca y con la copa de brandy dando vueltas sin un sentido definido-. Blanca ha tenido la misma suerte que la mía con su compromiso, y Emma... lo mismo la ocurrirá. Seguro>>.

    -Es muy tarde, Amalia. Deberías retirarte a descansar. Yo lo haré ahora mismo.
    -Cierto, esposo. Y además estoy rendida. Ha sido un día agotador. Y mañana nos esperan más.
Que descanses, Esteban. Hasta mañana, si Dios quiere -dijo subiendo ya los primeros peldaños hacia el piso superior.
    -Hasta mañana, cielito, si Dios... ¿y por qué no iba a querer Dios? -pensaba siempre después de escuchar la misma frase. Siempre le dio cierto repelús aquella expresión tan del sur de su esposa. Desde que se casó con ella todo estaba terminado por la misma frase: <<-Mañana vienen los señores de Mandanguín, si Dios quiere; mañana lloverá, si Dios quiere...>> En fin, era así y era inútil el querer cambiarla ahora al cabo de los años. <<Será mejor que también vaya a descansar. Mañana me espera un día extenuante, si Dios quiere...>>