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jueves, 6 de septiembre de 2012

Capítulo 6 - Una pasión oculta I



   Los pequeños estaban jugueteando mientras Teresa y Luisa disponían la mesa del comedor para servir la cena. Nicolás perseguía a Ana María que se escondía en cuanto tenía ocasión de perderle un poco de vista. Su siguiente escondite iba a ser bajo la propia mesa ya que el largo mantel la ocultaría perfectamente, pensó, pero no fue una buena idea. Cuando corrió hacia su refugio, Teresa, que iba cargada con una gran fuente de frutas, paró en seco para no pisar a la chiquilla lo que provocó que se cayeran algunas naranjas, manzanas y unas limas que estaban cortadas en mitades al suelo y algunas dieran directamente en la cabeza de la niña. Teresa soltó un grito de furia y susto al tiempo, y Ana María, lejos de llorar por los golpes recibidos, se reía, lo que enfurecía más a Teresa. Al oír los gritos y los pequeños golpes, todos acudieron al comedor para ver lo que ocurría, y cuando vieron la escena no pudieron evitar unirse a las risas de la pequeña.

    Pronto todo volvió a la tranquilidad y estaban sentados en sus sillas. Todos menos Ana María, que recordando el percance se le escapaba de vez en cuando alguna risita seguida de las risitas del resto de la familia e interrumpida por el carraspeo de Teresa que cada vez se enfadaba más. Don Esteban, para evitar caras largas, comunicó al resto que al día siguiente esperaban una visita muy importante al mediodía. Se trataba, nada más y nada menos, de la familia Vega-Quintana. Blanca se quedó callada y agachó la cabeza. Sería la primera visita de su prometido con toda su familia al completo. <<Y además, no vendrán solos padre e hijo -añadió el señor Valdivia-, sino que tendremos el placer de conocer a su primo don Arturo que vendrá a presentar sus respetos a nuestra familia>>. Al decir ésto, echó una mirada de complicidad a doña Amalia, que ninguno vio excepto Teresa, y como conocía tan bien a todos los miembros de esa familia, ya se imaginaba de quién se trataba y del asunto que vendría a tratar. Don Esteban se pasó el resto de la noche hablando de los grandes éxitos de la familia Vega. Y no había nadie que dudara de ello. Pero a los más jóvenes de la casa no les interesaba la política, así que no le prestaban demasiada atención y comenzaron a murmurar en tono bajo, hasta que don Esteban se enfadó en serio y dando un golpe seco en la mesa -cosa que no ocurría nunca, al menos en las reuniones familiares- dio por terminada la hora de la cena. Los más pequeños se retiraron acompañados por Luisa a sus cuartos con un puchero en sus caritas, mientras que las señoras se quedaron sentadas a la espera del café. Ninguna se atrevió a  ser la primera en romper ese tajante silencio que reinaba en el interior, hasta que Teresa dijo algo:

    -El señor está malhumorado, y con el café no va a lograr conciliar el sueño. Debería traerle una tisana sedante.
    -No quiero tus tisanas -dijo cortante-. Y no te metas donde no te llaman, haz el favor -El tono no parecía provenir del hombre amable y sereno que todas conocían. Y lo más extraño, no conocían el motivo de su estado. Sí era cierto que le hicieron un poco de lado y no soporta los desplantes, pero aquello era excesivo.
    -Querido, no lo entiendo y si fueras tan amable de ilustrarnos con lo que ha sucedido antes, te estaría muy agradecida y todos podríamos descansar mejor esta noche.
    -Sí padre -se aventuró Emma-. Tómalo como una pequeña travesura y explícanos, te lo ruego.
    -¿Acaso no entendéis? ¿No veis la importancia de la visita de mañana? Que el marqués de Vega quiera venir personalmente a nuestra casa no es algo que le pase a todos nuestros vecinos, digo yo.
    -Padre, pero es normal ¿no? Digo, que teniendo en cuenta que su primogénito va a contraer nupcias con mi hermana...
    -Pero Emma, esta vez no se trata de visitar a Blanca. Se trata de visitarte a tí -Emma se quedó paralizada, fría, inmóvil. No comprendía nada-. En esta ocasión vienen acompañados de don Arturo Quintana, primo carnal de don Leandro.
    -No es la forma de darle la noticia, esposo -intermedió doña Amalia al ver el cariz que estaba tomando el asunto-. Es una visita muy oportuna, Emma. Pero no tienes que poner esa cara. Él fue muy amable, nos escribió mostrando su interés en conocerte personalmente al hablarle tan bien su tío de nuestra familia que tiene deseos de conocerte, y no hay más, de momento, si no quieres nada más, querida.
    -No hay más que hablar. Todas a vuestros cuartos. Hay que descansar y ya no son horas de estar de cháchara -Se levantó y sin esperar a nadie se dirigió a las escaleras-. Buenas noches.

    Las mujeres se fueron levantando de sus sitios y tomaron cada una el camino de sus cuartos. Doña Amalia, que se quedó detrás dando un beso a sus hijas, esperó a ver cómo se metían en sus habitaciones. Después le hizo un comentario a Teresa: <<Ay, Teresa, creo que esta noche dormiré en mi cuarto sola>>. Y subió a la planta noble. teresa se quedó recogiendo todo con Luisa, que murmuraba por lo bajo cómo se había estropeado la noche y con lo bonito que estaba el cielo estrellado. <<Así vamos a acabar todos, -pensó muy para sus adentros Teresa-, estrellados>> y ambas se dirigieron a la cocina para dejar todos los platos. <<Mañana los limpiaré -dijo Luisa dirigiéndose a su cuarto por el que se llegaba a través de la despensa>>.

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