Idiomas

jueves, 10 de enero de 2013

Capítulo 24 - La invitación


    Dos días habían transcurrido desde que Emma fuera rechazada por su propio esposo y todo seguía de una manera normal entre ellos, como si nada hubiera pasado. A Emma le crispaba aquella situación. No aceptaba el hecho de que no hubiera pasado nada. Tanto así que en más de una ocasión estuvo a punto de encararse a su esposo para pedirle explicaciones de su actitud tan taimada, pero solo hubiera conseguido ponerse más en evidencia. Así que se mordía los labios y con una mirada complaciente seguía la corriente que le era marcada.

                                   * * * * *

    Llamaron a la puerta de la cocina. Teresa abrió y descubrió a un muchacho de unos diez años que la entregaba una carta diciéndole que era para los señores de la casa y se fue corriendo. Eso la extrañó mucho a Teresa, normalmente los mensajeros esperaban una moneda como pago, pero éste parecía no necesitarlo. Mirando el sobre vio que tenía escrito "Para los señores Valdivia". En el reverso leyó "Señores de Montero y Blázquez", y lo hizo en voz alta. Emma, al entrar en ese mismo momento para hablar con Luisa de la comida de ese día, se quedó pálida. <<¡¡Es una nota de la casa de don Luis!!>> -pensó emocionada y al tiempo muy nerviosa. Sin duda se trata de la invitación para sus padres y ella misma que estaba esperando desde que se encontraron en la nueva estación. Con la voz algo temblona le preguntó a Teresa qué era aquella carta.

    -Parece una invitación para tus padres. La trajo un chico que se fue a toda prisa -respondió Teresa-. Se la entregaré a tus padres cuando regresen de su paseo matutino.
    Diciendo ésto, se dirigió al despacho para dejarla sobre la mesa. Emma se precipitó a pedirla que la dejara leerla.
    -Podría ser importante, la abriré y si es un asunto urgente...
    -¡Nada de eso, niña! -reprendió con tono seco Teresa-. Si es urgente tú no podrás hacer nada. Y de todas maneras habrá que esperar a que lleguen a casa tus padres -diciendo ésto, la dejó sobre otros papeles que había en el escritorio de don Esteban.

     Emma se quedó mirando el sobre como si pudiera atravesar el papel con la mirada para averiguar lo que decía exactamente en la nota. Estaba tan angustiada que se arrepintió de no habérselo contado antes a su madre. Después de todo se trataba de una inocente confusión y no había nada de malo en ello, aunque en su momento le pareció todo lo contrario. Ahora no estaría en esa situación tan comprometida. Se sentó en el zaguán de la entrada con la puerta abierta para esperarles.

    Los más de sesenta minutos que esperó allí le parecieron sesenta siglos cuando por fin les divisó cruzando la verja. La hubiera gustado salir corriendo a su encuentro y darles la carta directamente, mas eso sería muy sospechoso y poco correcto. Optó por hacerse la indiferente.

    -¿Han disfrutado del paseo?
    -Mucho, Emmita, mucho. Y el tiempo ha sido espléndido -contestó su padre muy entusiasmado-. Pero ¿qué haces tú aquí sentada y sola? ¿Nos esperabas?
    -¡Oh, no! Sólo me apetecía tomar algo de aire fresco pero no caminar y por eso me senté aquí mismo. ¡Ah! Se me olvidaba, creo que Teresa ha comentado algo de que ha llegado una carta para ustedes.
    -¿Y de quién se trata? -preguntó la madre.
    -Creo haberla entendido que de los señores de Blázquez e iba dirigida a ambos.
    -¡Mi amiga Isabel me ha escrito! ¡Qué ilusión! Voy enseguida a leerla. ¿Dónde la dejó Teresa?
    -En el escritorio de padre -Y se quedó mirando cómo salía tan apresurada doña Amalia hacia el interior de la casa-. <<Y yo que pensaba que a mí me apremiaba su invitación...>> -pensó Emma al ver la actitud de doña Amalia.

    Cuando Emma llegó al despacho tenía una mezcla de emoción y temor por lo que pudiera contener. Tímidamente preguntó a su madre al fin.
    -Madre, estás muy contenta. ¿Son tan buenas nuevas?
    -Emma, mi amiga nos invita a tomar la merienda con ellos la semana próxima. Tú también irás. Te incluye en su nota.
    -¿Ah, sí? ¿Podría leerla, madre?
    -Por supuesto, querida. Aquí tienes.
    Y Emma leyó con toda la intriga acumulada:

                 "Mi queridísima amiga:

                       ¿Cómo se encuentran todos en tu casa? Espero que bien y rebosantes de
                  alegría con el nuevo miembro de la familia. <<pero, ¿cómo? ¿Acaso se refiere
                  al bebé?>> -pensó Emma muy desconcertada.
               
                        Acabamos de recibir la visita hace algunos días del primo de mi esposo y
                   con esa  escusa me gustaría que vinierais tú y tus adorables hijas acompañadas
                   de vuestros respectivos esposos <<¡Sabe lo de nuestros matrimonios! Por lo
                   tanto, don Luis también debe ser conocedor de este detalle>> -pensaba Emma
                  entre sorprendida y aliviada al comprobar la parte que más le interesaba,
                  así darán conversación al pobre Luis Alonso, ya que mi Dionisio no estará con
                  nosotros por unos asuntos que tiene que atender en tierras de Campoo.

                        Espero con gran impaciencia vuestra visita. Recibe tú y tu bonita familia
                    un fuerte abrazo.

                                                                                    Isabel Blázquez. de Montero.                       
               
                    P.D.: Anota la dirección de la finca, pues ahora nos hemos trasladado allí y
                    así tendré la oportunidad de enseñaros la casa de mis abuelos,
                    Camino de Cabildo el primer desvío a la derecha, enseguida veréis el muro.
                    El mayoral, Antonio, os abrirá la verja."


    Emma se quedó como embobada con la carta de la mano y su madre la tuvo que devolver a la Tierra.
    -Emma, hija, sé que está un poco apartado, mas no será un trayecto largo. Le diremos a Tomás que prepare la berlina y así no nos daré el sol...
    -¿Eh? ¡Ah! Muy bien... No conocía que tuvieran otra casa.
    -Sí. Está en el campo. Yo no la he visto nunca, pero Isabel me hablaba mucho de esa casa. Es enorme y cuando era niña le daba terror ir de visita a casa de sus abuelos. Veo que ha superado esos miedos infantiles... -dijo doña Amalia-. La contestaré ahora mismo. Debo avisarla que la pequeña Ana María está en la escuela de la capital. Pero los demás iremos.
 
    Emma estaba contenta de no haber tenido que explicar a su madre, delante de su padre, la confusión con don Luis. Ahora ya podía sentirse tranquila y la picaba la curiosidad con lo que su madre había dicho de la casa. Las casas no deben dar miedo. Más relajada, salió por la puerta cogiendo su chal para encaminarse a la casa de su hermana Blanca. La apetecía mucho invitarla para que saliera de su "prisión de oro", como ella misma la llamaba, pues don Leandro se había vuelto muy posesivo y no la dejaba ni un minuto de tranquilidad. Esta vez atajó por el jardín y se la encontró sentada en el columpio, pensativa como siempre que la veía.

    -Hola hermanita, tengo un plan para el próximo viernes y te va a encantar -dijo al llegar a su vera.
    -Estoy segura de ello. Tú siempre me vienes con planes estupendos.
    -La amiga de madre nos ha invitado a una merienda a su finca. Solo hay algo que no me hace mucha ilusión, que también están invitados nuestros respectivos esposos.
    -Bueno, no está tan mal, así los hombres nos dejarán a las mujeres hablar de nuestras cosas y ellos podrán irse a fumar a otra parte. ¿Esa era la invitación que estabas esperando? -preguntó Blanca.
    -¡Sí!
    -¿Y bien? ¿Le has explicado a madre tu tonto despiste?
    -No fue necesario. Doña Isabel está al tanto de nuestras novedades, así que no se ha descubierto mi torpeza -sonrió Emma.
    -Ante la amiga de madre no, pero ¿qué hay del señor Montero? Él te trató como una doncella y tú le seguiste la corriente. Se pensará que quisiste coquetear -apuntó agudamente Blanca.
    -¡Oh, no! Es peor de lo que imaginaba. Menuda vergüenza cuando esté frente a él...  y vaya con Arturo... y... ¡Oh, soy un caso sin solución! -exclamó Emma tapándose la cara con las manos.
    -No te apures, hermanita, sólo te tomaba el pelo -rió la hermana mayor -. Si fuera necesario, te sacaré del apuro, no temas.
    -¡Gracias, Blanquita! Eres la mejor hermana y amiga.
    Y ambas se fundieron en un abrazo que casi termina con las dos en el césped.

2 comentarios:

Noelia dijo...

Esto es lo que creo? Es tu novela on line? Todas nos ponemos de acuerdo, me encanta.
Ya mismo me engancho a su lectura e iré poco a poco.
Mi enhorabuena.

La Autora dijo...

Muchas gracias, Noelia ^^. Es sólo un relato en el que escribo las cosas que me inspiran las situaciones en el siglo XIX. Espero que lo encuentres entretenido :)